El caso del Río Atuel
La llamada Diagonal Árida Sudamericana se prolonga en la Argentina entre los extremos norte y sur. Dentro de su mitad meridional se ubica la mayor de las cuencas íntegramente desarrolladas dentro del país cuyo emisario, de unos 1.000 km de longitud, es el río llamado sucesivamente Desaguadero-Salado-Chadileuvú-Curacó (DSChC), que otrora alcanzaba al río Colorado y constituía un sistema del que este último río era emisario.
El afluente más meridional de la cuenca DSChC es el río Atuel y a exponer su uso y manejo irracional y consiguientes perjuicios está dirigida esta presentación.
El Atuel nace en plena cordillera de los Andes, en la laguna homónima, ubicada sobre los 3.000 m de altura sobre el nivel del mar y desemboca con el colector DSChC en una extensa área de confluencias múltiples extendida a lo largo de unos 150 km.
Cuando su curso entra en lo que, de acuerdo con la teoría hidrográfica, puede considerarse el valle inferior del río, sufre una crisis de pendiente y elabora un sistema anastomosado que se prolonga por unos 300 km, hasta su última confluencia (6). En este tramo se suceden un sucesión de islas, lagunas, bañados y arroyos (nombre dado localmente a los brazos menores del mismo río) que formaban un humedal de un ancho variable, aunque nunca menor a los 15 km, en su momento un área considerada “impenetrable” todavía a principios del siglo XX .
Todo el recorrido del río Atuel se ubica dentro de la franja desértica de la Argentina, con lluvias del orden de los 350 mm anuales. Por esa razón el curso obró en épocas prehistóricas y hasta el siglo XX inclusive como un verdadero corredor de vida, vegetal, animal y humana, tal cual lo atestiguan los numerosos testimonios arqueológicos.
En síntesis podría decirse que los humedales del Atuel junto con los de su colector formaban extensísimos bañados permanentes, con una ecología completamente distinta a la del entorno desértico. Para tener una idea más acabada de esta singularidad puede señalarse que la superficie total era equivalente a aproximadamente la cuarta parte de Bélgica.
Es pertinente destacar que en 1809 el río Diamante, que hasta entonces era afluente del Atuel y le aportaba un caudal similar al que llevaba, fue desviado hacia el Este por un poblador, a fin de aliviar un extenso tramo desértico. Este fue el primero de una serie de cortes sufridos por el río pero no tuvo repercusión alguna debido a que por ese entonces, desde la latitud del desvío hasta el Estrecho de Magallanes, eran tierras baldías, ocupadas por indígenas de tronco mapuche y tehuelche que vivían de la caza y no hacían agricultura de regadío.
Con la ocupación militar de la Pampa y la Patagonia, en 1879 y el desplazamiento de los indios, hubo un cambio en la faz económica y social de la Argentina y las tierras antaño abandonadas comenzaron a valorizarse, en la parte oriental según las precipitaciones pluviales y en el occidente desértico por sus posibilidades de agua y regadío.
Otra consecuencia fue la aparición de nuevas formas políticas dentro de la Nación Argentina; así, aparecieron los llamados Territorios Nacionales, entidades administrativas con límites precisos, pero políticamente dependientes de la Nación en casi todos los aspectos y contrastando con las llamadas “provincias tradicionales”, que se originaron en los tiempos de la colonización española y contaban con mecanismos políticos autonómicos (11). De estos Territorios Nacionales el más
septentrional fue el que se dio en llamar La Pampa. El río Atuel quedó encabalgado sobre la provincia de Mendoza, donde nace, y el Territorio Nacional de La Pampa, donde concluía en una vasta confluencia con el Salado-Chadileuvú.
Los factores históricos han hecho que la República Argentina se desarrollara, principalmente, de norte a sur. Así los oasis de regadío creados en la provincia de Mendoza, en la que nace el Atuel, fueron creciendo hacia el sur; el último de ellos fue el correspondiente a nuestro río, que comenzó a efectivizarse hacia finales del siglo XIX con la creación de colonias agrícolas en el valle del Atuel, que prosperaron rápidamente con la llegada del ferrocarril y la afluencia de inmigrantes. En este progreso tuvo mucho que ver la acción dinámica impresa por el gobierno mendocino, que era el de una provincia autónoma.
Simultáneamente, en el territorio pampeano, abierto también a la inmigración y al desplazamiento de población criolla en busca de tierras, también se ubicaban considerables sectores de población. En lo que por entonces se llamaba El Atuel o también Isla del Chalileo la radicación apuntaba, principalmente, a la cría de ganado, especialmente ovino, que por los buenos pastos se expandía rápidamente a lo largo del humedal. A principios de la década de 1930 había en la zona unos 60.000 vacunos y más de 400.000 ovejas; cuarenta años después esas cifras eran de 20.000 y poco menos de 150.000, respectivamente. Debe considerarse a estos efectos que el área en cuestión estaba muy alejada de los centro poblados y del ferrocarril y que, como ya se ha dicho, carecía de fomento estatal.Sin embargo aquellos primeros pobladores no desecharon la actividad agrícola de regadío y, pese a que son escasos los documentos de lugar y época, ya en 1897 a través de la toponimia se rescata un sitio llamado “Chacras de Pío Laza”, elocuente porque en las zonas áridas argentinas la palabra chacra va asociada con cultivos.
Es interesante señalar que, también en lo que hace a toponimia todavía hoy perdura un medio centenar de hidrotopónimos en lengua mapuche o española que dan testimonio indudable de las entidades fluviales que allí se dieron.
En el año 1909 el Estado Nacional creó en el Territorio Nacional de La Pampa la Colonia Agrícola Butaló, ubicada sobre el brazo homónimo del Atuel y con una superficie de 9.700 Has divididas en chacras de 100 has cada una (Recursos Hídricos Pampeanos, ). Esta colonia prosperó en sus comienzos y fue poblada tanto por inmigrantes como por criollos. Sin embargo la falta de una estructura hidráulica adecuada a la zona (de escasa pendiente, anastomosada y sin obras de cabecera, con épocas de inundaciones y otras de magra) hizo que en algunos años comenzara a
desgajarse y que prácticamente se abandonara la actividad agrícola, reduciéndose a una ganadería muy extensiva. En este caso nuevamente se advierte las desventajas que tuvo el territorio pampeano al depender políticamente por entero del poder central, radicado en Buenos Aires. De hecho la misma Colonia Butaló se ubicaba a unos 300 km de la capital territorial, Santa Rosa, a la que estaba unida por caminos muy malos.
Hacia 1918 en el lugar llamado Paso el Loro, al sur de la localidad de General Alvear, en la provincia de Mendoza, se realizaron “obras clandestinas de captación y desvío” que provocaron la extinción aguas abajo del brazo principal del río, el de confluencia más septentrional con el colector Desaguadero-Salado-Chadileuvú en La Pampa. Con ese desvío los caudales del Atuel se encauzaron por los brazos del río conocidos como Butaló, De la Barda y, menores, De los Ingenieros y Las Tinajeras. (Ver Anexo I)
En la década de 1930 volvieron a producirse cortes ilegales en el curso sobre el brazo llamado Butaló, que motivaron airadas reacciones de los pobladores pampeanos, que llegaron a dinamitar los “tapones” en procura del libre escurrimiento del agua. Recién en esta oportunidad intervinieron autoridades nacionales a través de sucesivos organismos que realizaron informes técnicos claramente favorables al reclamo y señalando lo arbitrario de los sucesos. La provincia arribeña, si bien no le daba carácter oficial a estas construcciones de desvío, tampoco hacía nada por evitar la ilegalidad de estas obras, que disponían de los caudales a su antojo.
Los escurrimientos del río Atuel en La Pampa, aunque menguados y sin reconocimiento alguno a los derechos de los abajeños, siguieron llegando al territorio hasta 1948, cuando reciben el golpe de gracia. En esa fecha se completan las obras del dique El Nihuil en la cuenca media, construido por convenio entre la Nación y la provincia de Mendoza con el propósito de regular caudales y producir energía hidroeléctrica. Ni en la Ley que dispone la realización de la obra ni en el convenio respectivo “se introdujo cláusula alguna que salvaguardara los derechos de La Pampa, por entonces bajo tutela federal en su condición de Territorio Nacional”. Increíblemente, ningún reclamo pampeano fue atendido y el río dejó de escurrir durante más de veinticinco años. Los pobladores quedaron casi sin recursos para vivir y comenzó así lo que se ha dado en llamar “la diáspora atuelera y saladina” que, con la destrucción del humedal, provocó la involución ecológica, económica y cultural de un territorio de más de 40 mil km cuadrados, si se consideran las áreas aledañas e influidas por las zonas húmedas
En esta peripecia del agua hubo un hito administrativo singular: dolido por la miseria circundante un humilde agente de policía envió una carta exponiendo la situación al presidente de la república, por entonces Juan domingo Perón. El reclamo siguió la vía administrativa y epilogó en la resolución 50/49 del organismo que en ese tiempo regía la actividad nacional en el rubro, Agua y Energía Eléctrica de la Nación. Ese organismo dispuso, “con carácter provisorio” una entrega anual a La Pampa de 27,5 Hm3 anuales “con destino a bebida de poblaciones y ganado, riego de praderas naturales y alimentación de represas y lagunas” en jurisdicción pampeana, al tiempo que recomendaba realizar estudios para fijar en forma definitiva los caudales que corresponderían a La Pampa.
La resolución, que emanaba de las más altas autoridades nacionales, fue desconocida por un tribunal administrativo del Departamento de Irrigación de la provincia de Mendoza que le denegó competencia a la Nación para disponer de los caudales de un río “que nace y muere en Mendoza” (sic).
Los caudales para La Pampa que determinaba la resolución 50/49 eran equivalentes al 2,6 % del derrame anual del río.Ningún reclamo posterior en procura de agua tuvo resultado, ni siquiera cuando La Pampa se convirtió en Estado Federal y llevó el caso ante la Corte suprema de Justicia de la Nación. El alto tribunal falló que el Atuel “es un río interprovincial y exhorto a las partes a celebrar convenios tendientes a una participación razonable y equitativa en los usos futuros de las aguas del río” (Corte Suprema de Justicia de La Nación, 1987).
Desde aquel fallo han pasado más de dos décadas y no se ha conseguido absolutamente ningún avance, por más que se formó una Comisión del Atuel Inferior, que no llegó a nada concreto. La misma constitución de esta comisión es llamativa, ya que excluye de sus consideraciones y posibilidades los tramos de alimentación, superior y Medio del río, ignorando el concepto de unidad de cuenca, universalmente aceptado. Precisamente cabe señalar que, a la salida de su cuenca de alimentación, el Atuel transita una zona en la que pierde por vía subterránea caudales que podrían
recuperarse y que pueden estimarse en 15 m3/s, prácticamente la mitad del módulo del fluvio.
En el año 2008 se celebró un convenio entre las provincias de La Pampa y Mendoza, avalado por la Nación, según el cual de las obras de recupero de caudales que se insumen en el lecho en el valle inferior del Atuel (estimados en unos 10 m3 s-1) La Pampa recibiría la mitad, que se conduciría por un canal de 130 km de extensión a territorio pampeano, donde se emplearían para riego y bebida animal. Las obras en territorio mendocino serían financiadas por aquella provincia, la Nación y La Pampa, no así el canal conductor, que correría por cuenta de Nación y La Pampa.
Pese a las evidentes ventajas, el Departamento de Irrigación de Mendoza declaró en el corriente año que el convenio no puede cumplirse, desautorizando la gestión que había sido rubricada por la presidenta de la Nación y los gobernadores provinciales. El tema volvió a quedar en la nada. (Una ampliación detallada de los aspectos jurídicos puede leerse en el Anexo 2)
Para finalizar digamos que la presente es apenas una reseña sintética de las tribulaciones por el agua en La Pampa, que llevan ya casi un siglo. Con lo expuesto se advertirá que el cuerpo de datos, hechos y pruebas es muchísimo mayor pero que se ha apelado al esquema como forma de facilitar el entendimiento inicial del problema. Un mayor cúmulo de pruebas (incluyendo una visita al área si se lo considera necesario) está a disposición del Tribunal.
Al respecto cabe destacar que, al margen de lo que se ha perdido en lo específicamente hídrico y los perjuicios sufridos en el campo de lo humano, con el paso del tiempo se van produciendo hechos físicos que, una vez concretados, tienen carácter de irreversibles, como es el caso de la formación de salitrales, la degradación de la flora o la salinización de capas freáticas, circunstancias todas que llevan inexorable y comprobadamente al crecimiento del desierto.
El presente ha sido declarado por la Naciones Unidas como un año de lucha contra la desertificación. Ante la falta de resultados concretos en otras instancias es en esa tesitura y movidos por un sentimiento de justicia que nos presentamos ante ese Tribunal.-
Prof. Walter Cazenave.
Santa Rosa, La Pampa. Octubre de 2010