Las Loicas: el pueblo mendocino que quedará bajo el agua por Portezuelo

b_300_200_16777215_0_0_images_2019_loicas.jpgLa mayoría de sus habitantes son puesteros.
 
Localidad mendocina de Las Loicas, a la vera de la ruta 145, que quedará bajo el agua al construirse la represa Portezuelo del Viento.
El gobierno provincial estima que la presa Portezuelo del Viento traerá aparejada una serie de beneficios para Mendoza y el país. Entre ellos, el incremento de potencia del sistema eléctrico interconectado nacional, dinero en concepto de regalías, la oferta de energía limpia, el incentivo al turismo en la zona sur de la Provincia y la generación de más de 5.000 puestos de trabajo.            


Sin embargo, hay otra realidad de la que poco se sabe y habla: qué pasara con la gente que debe dejar sus lugares porque las aguas taparán las propiedades en varias hectáreas en los alrededores de lo que hoy es la localidad de Las Loicas, en Malargüe. Son las inmediaciones de donde funciona el control aduanero y de migraciones para ir a Chile por el Paso Pehuenche. Allí viven más de 50 familias que se verán afectadas por esta mega obra.                                                              

En octubre la Legislatura aprobó una ley para avanzar con las expropiaciones de tierras que involucran a muchos puesteros que deberán ser reubicados, porque los campos que ahora ocupan quedarán bajo el agua. La zona en cuestión está a unos 100 kilómetros al suroeste de la ciudad de Malargüe.
 
Las Loicas se encuentra en la zona que se inundará si se construye la represa. El desarraigo y la preocupación por el futuro de sus vidas se instala en la mente de sus habitantes. Serán refugiados ambientales como lo sucedido con pobladores del oeste de la provincia de La Pampa al construirse los Nihuiles.
Las Loicas es atravesada por la ruta 145, que une a la Argentina con Chile por el Paso Pehuenche. Actualmente la Aduana está ubicada allí. En el lugar se abastecen de energía eléctrica mediante un generador que está encendido de 8.30 a 14 y de 16 a 23. En el resto del horario no hay energía eléctrica.   Para la Aduana funciona otro grupo de 14 a 16 para que el servicio a los turistas no se vea interrumpido. Además, en Las Loicas hay alojamientos, una escuela, un centro de salud, una gomería, señal telefónica de Movistar y datos para internet sólo algunos días a la semana, entre otros servicios.  Ante el avance del proyecto para construir Portezuelo del Viento ya se han hecho varias reuniones con vecinos de la zona y se les ha informado en un principio que serán reubicados. Además, se han hecho relevamientos en la zona para recabar datos de distinta naturaleza, aunque el denominador común para todos esos habitantes es que deberán irse del lugar.
 
“Nada certero”
Gabriel Flores, comerciante, tiene su emprendimiento a un costado de la ruta 145. Es un quiosco donde vende comidas y ofrece alojamiento. Él está radicado en el lugar hace más de 30 años y desde hace 15 comenzó con su esposa a trabajar ahí. Al principio la mujer hacía tortitas y pan casero, mientras que él se encargaba del café y la venta.
Sobre Portezuelo del Viento, Flores opina que los podría beneficiar por el turismo. Sobre dónde los reubicarían y las posibles condiciones, sostiene que no les han comunicado “nada certero”. Ellos piden que se los reubique “frente a la Aduana y al lado de la escuela”, como están ahora porque, si no se hace así, podrían verse afectados laboralmente.
En lo que respecta al lugar de reubicación, Flores habla de varias opciones y una de ellas sería arriba de Portezuelo, hacia el sur. “El problema es que la gente del gobierno que viene acá nos dice una cosa y en los medios se dice otra. Hablan de puestos de trabajo pero, por el momento, son promesas”, recalca.
El hombre también reconoce que les causa incertidumbre no saber qué va a suceder y consideran que para el gobierno ellos son un número más entre el montón. “Nos ha pasado que han venido del gobierno provincial y ni siquiera saben dónde pasa la ruta del Pehuenche siendo que es la que tenemos acá al lado, entonces esas cosas nos crean desconfianza”, señala.
Héctor Maturano, que vive un poco al norte, tiene un quiosco al costado de la ruta 145. Además fabrica bloques y los vende a los vecinos de la zona.
Sus padres nacieron en Las Loicas y ahora él vive allí. Él no tiene campo pero sí un fragmento de tierra en la zona donde se unen los ríos Chico y Grande. Por eso reclama que se siente excluido. “Las personas que han hecho los relevamientos en Las Loicas por la obra de Portezuelo, sólo han convocado a propietarios de campos”, dice.
“Hace años que vienen con este tema y estoy informado. Sólo pido que cuando me reubiquen pueda estar al lado de la ruta para poder continuar con mi quiosco”, comenta Maturano. “Imagínese que nosotros somos nacidos y criados acá y es jodido irse a otro lugar. Me da pena dejar este lugar”, reflexiona.
Héctor también fabrica y vende bloques para construcción: “Nos habían dicho que no siguiéramos construyendo porque no nos van a tener en cuenta las obras que se hicieron después del relevamiento, pero desde hace muchos años que vienen con lo de Portezuelo y uno no puede seguir viviendo en un rancho. Quién sabe hasta cuándo hay que esperar. La gente amplía sus casas”. Recuerda su preocupación porque no tiene escritura de su propiedad, por lo que no sabe qué ocurrirá con él cuando se haga la reubicación.
“A los puesteros les preocupa”
Sergio Hernández es puestero de la zona sostuvo y mientras prepara su caballo para salir a recorrer el campo, recuerda que ellos siempre han vivido en Las Loicas, al igual que sus padres, criando chivos. Sobre Portezuelo del Viento comenta que junto a algunos vecinos han viajado a la ciudad de Mendoza para hacer los trámites por las tierras que ocupan.
No tienen escrituras y eso les preocupa. Aclaran que esos campos pueden usarlos todo el año en la cría, ya que les permiten pasturas permanentes y se ahorran el traslado de animales a veranadas.
Les han dicho que los van a reubicar, pero no les han confirmado cuándo ni dónde. “Acá no es llegar y mudarse. No es llegar y trasladar a los animales porque ellos se acostumbran y hay que ver el pasto para las cabras. Además vaya a saber adónde nos irán a mandar y qué tan lejos nos quede la veranada”.
“Hasta que yo no vea que se va a hacer el dique, la verdad que no pienso mucho. Cuando veamos movimiento nos preocuparemos más”, dice al referirse a la represa.
Dante Ávila, quien nació y creció en Las Loicas, explica que ha participado de las reuniones que se han hecho por Portezuelo del Viento aunque “por el momento no hay nada concreto; sólo han dicho que nos van a reubicar”.
Ávila, si bien no tiene animales, admite que su familia sí: “Si hacen la represa ellos se quedarán sin campos para veranada y eso sí es malo”.
“Mi familia está tres o cuatro meses en la veranada y los animales se acostumbran a esa zona y no es fácil mudarlos, porque hay que acostumbrarlos a otro lugar. Cuando el animal no conoce tiende a volverse y eso pocos lo tienen en cuenta. A los puesteros les preocupa eso”.
También comenta que él planteó la opción de que en lugar de reubicarlo en Portezuelo se le dé un terreno con casa en la ciudad de Malargüe, pero -según su asegura- nadie le supo responder si esa alternativa era viable.
Horacio Hernández está terminando de hacer algunas tareas en el corral donde paren en esta época las cabras. Comenta que tiene su puesto cerca de la ruta 145, por lo que se verá afectado por la mega obra del dique. Nació y se crió en Las Loicas y allí lleva toda una vida junto a su familia. Su padre, también puestero, siempre se dedicó a la crianza de chivos. Lo primero que aclara es que ni él ni nadie de su familia han participado de las reuniones sobre Portezuelo. Sin embargo, se muestra preocupado “porque los animales se acostumbran a un lugar y no es fácil trasladarlos”.
“Pocos se ponen en nuestro lugar. Acá es difícil mantener las cabras. El puma y el zorro nos matan animales todo el tiempo y nadie nos ayuda. Ahora nos quieren mandar a otro lugar y vamos a tener que comenzar todo de nuevo. De acá que los árboles nuevos den sombra, nos vamos a morir”
Además, “si no conocen se van a querer volver”. Igualmente, Horacio está poco convencido de la ejecución de esta mega obra.
“Si nos tenemos que ir, nos iremos, aunque nos da pena. Pero de acá que lo hagan vaya uno a saber cuántos años más van a pasar”, comenta el puestero mientras encierra en un corral a algunos chivos recién nacidos y saca a las cabras a pastar.
En la zona de Las Loicas el viento es frecuente y si bien los puesteros están acostumbrados, lo sufren. Por lo menos así lo reconoce Rosa Edith Vílchez. Ella, junto a su marido e hijos, viven en la zona que quedará bajo el agua y actualmente es un tema que les preocupa.
Mientras sostiene su sombrero para que el viento no haga de las suyas, montada en su caballo Rosa afirma con firmeza y voz muy alta para superar el ruido del viento: “Acá vivía mi padre y ahora vivimos nosotros, hemos nacido y nos hemos criado acá”.
La mujer se dedica a la crianza de chivos y, mientras explica, resguarda su piño de cabras, muchas de ella ya con chivos recién nacidos. En la época de veranada trasladan los animales hacia la zona de Paso Pehuenche, cerca de Cajón Grande.
Sobre Portezuelo comenta que les han dicho que los van a reubicar, pero no les han confirmado cuándo ni dónde. Sin embargo, también demuestra preocupación: “Acá no es llegar y mudarse. No es llegar y trasladar a los animales porque ellos se acostumbran y hay que ver el pasto para las cabras. Además vaya a saber adónde nos irán a mandar y qué tan lejos nos quede la veranada”.
“Acá vivía mi padre y ahora vivimos nosotros, hemos nacido y nos hemos criado acá”.
Rosa, al igual que su esposo e hijo, pasa gran parte de sus días arriba de su caballo: sale al campo alrededor de las 8 y acompaña a las cabras mientras van pastando, hasta las 18. Al rayo del sol, con viento, con frío o calor, su trabajo es cuidar el piño: “Por ahí comemos, por ahí no comemos”, afirma y agrega: “A veces nos tomamos unos matecitos nomás”.
Sin rodeos, opina que a ellos no les gusta tener que irse del lugar donde han vivido tantos años. “Pocos se ponen en nuestro lugar. Acá es difícil mantener las cabras. El puma y el zorro nos matan animales todo el tiempo y nadie nos ayuda. Ahora nos quieren mandar a otro lugar y vamos a tener que comenzar todo de nuevo. De acá que los árboles nuevos den sombra, nos vamos a morir”, reflexiona resignada.
Río Colorado   Nov/2019