CAUCE. REVISTA ELECTRÓNICA DE LA FUCHAD
AÑO 3, N° 36
EDITORIAL
Atuel: agua en lugar de provocaciones
La decisión del gobierno provincial de llevar adelante un nuevo juicio por la apropiación de las aguas del Atuel, y los consecuentes pasos que se han comenzado a dar en el terreno político y legal, tienen su contraparte en la provincia de Mendoza. No es ninguna novedad que los cuyanos han seguido con atención todo el proceso y que sus respuestas tácticas han sido proporcionales a los movimientos pampeanos.
Fracasada esta vez la alternancia de "la zanahoria y el palo" que les diera tan buenos resultados ante la credulidad de los gobernantes pampeanos, los cuyanos han comenzado a apelar al uso de otras líneas de defensa, algunas de las cuales se creían perimidas.
En ese sentido en muy pocos meses se pudieron advertir desde la invitación plañidera a continuar las negociaciones, hasta la increíble postura de aceptar el trasvase desde el río Grande en las condiciones ideales para Mendoza, que cedería los caudales pampeanos del Atuel tomándolos, nada menos, que del cupo que corresponden a nuestra provincia del río Colorado; es decir: pagando la deuda con nuestra propia agua.
Otro tipo de manifestaciones lanzadas por los arribeños son, podría decirse, de segunda línea, utilizando en esos casos a voceros que pretenden ser calificados y se manejan conceptualmente con parámetros muy errados. En tal sentido vale el ejemplo de un profesional que recientemente y muy suelto de cuerpo argumentara que el nuevo juicio que iniciará La Pampa "es de orden semántico" y que todos los inconvenientes técnicos relativos al río deberían dirimirse en el ámbito de la Comisión Interprovincial del Atuel Inferior. Ese organismo, como se recordará, resultó de la ingenua aceptación de nuestra provincia a una propuesta mendocina que respondía a un exhorto del fallo. Su desempeño y resultados son conocidos: en más de veinte años de funcionamiento nunca logró obtener otra cosa que nada, hasta morir de muerte natural. La pretensión de exhumar esa entelequia y encima como pretendida herramienta de conciliación de intereses entre las partes es, cuanto menos, ridícula.
Lo curioso es que en el libre campo del dislate el profesional cuyano parece galopar a rienda suelta ya que cita como argumento pampeano el haber pedido en el anterior juicio "la aplicación de una resolución de la ex Agua y energía Eléctrica de la Nación, que pedía por año tres sueltas de aguas equivalente a 1.200 hectómetros cúbicos". La memoria, la información, las matemáticas o todo junto le fallan al vocero cuyano; la resolución aludida establecía en realidad tres sueltas por año que totalizarían 27,5 hectómetros cúbicos, o sea una mínima porción del derrame total del río, que es del orden de los 1.100 hectómetros cúbicos. Es decir, lo que debía llegar a La Pampa -y nunca llegó- hubiera sido algo así como apenas el dos y medio por ciento del derrame anual. Por si eso fuera poco el profesional, introduciendo una falacia, señala que "no se puede modificar la economía de una provincia para beneficiar a otra", argumento que aplicado a la apropiación de las aguas del río Atuel equivale a escupir para arriba.
Lo anterior no pasaría de ser una anécdota más entre las argucias cuyanas en el tema si no fuera porque el citado profesional pasa por ser un especialista en el tema y su palabra suele ser tomada como representativa de los intereses del oasis sur mendocino. El uso de una retórica muchas veces provocadora que apela con frecuencia a argumentos erróneos, voluntariamente o no, en nada contribuye al planteo correcto del problema y, mucho menos, a su solución. La Pampa demostró hasta el cansancio una voluntad de diálogo que nunca tuvo eco en Mendoza, y demoró mucho más de lo razonable la iniciación de una demanda ante la Justicia. Hoy el tan postergado juicio ya está en marcha, justamente, a causa de la contumaz intransigencia cuyana.
Fuente Diario La Arena
La Ruleta y la Producción Agropecuaria
Seguramente todos los habitantes de la provincia de La Pampa conocen la dependencia casi absoluta que tiene la economía provincial de la producción agropecuaria, sería interesante que alguna vez podamos dejar esta dependencia y llegar a poseer una estructura industrial que permitiera, por ejemplo, aumentar nuestra capacidad de absorción de mano de obra y posibilitar de esta manera el incremento de nuestra pobre demografía pero por ahora esto no pasa de ser un ejercicio de imaginación o cuanto más un ítem, entre muchos otros, expuesto en los programas de los partidos políticos. Concluyendo: La Pampa es por cantidad de circunstancias que no vienen al caso reseñar en este editorial una provincia que depende y dependerá por mucho tiempo del campo, aunque en la actualidad hay un aporte interesante de la extracción de petróleo, producto que como todos sabemos, se agota inexorablemente mientras que un campo bien manejado no.
Asentado en el parágrafo precedente la importancia que reviste el campo en nuestra provincia, podríamos preguntarnos ahora: ¿hasta cuándo la producción agropecuaria será homologable a un juego de ruleta?, ¿hasta cuándo el productor y también el que no lo es seguirá mirando la textura del cielo para avizorar si va a llover?, ¿cuántas lluvias verá disiparse ante esa mirada esperanzada?
Las precipitaciones en la zona predominantemente agrícola-ganadera provincial van desde unos 800 mm en la extremidad NE hasta los 600 mm en una faja de territorio que se extiende desde el límite con la provincia de Buenos Aires hasta una línea que sigue aproximadamente la Ruta Nacional Nº 35. La mayor proporción de la actividad económica y lógicamente de la población está concentrada en esta superficie cuya producción granaria y ganadera de ser convenientemente realizada alcanzaría para sustentar una población mucho más importante que la actual.
Desde el punto de vista de las precipitaciones, nuestra provincia está inscripta en la llamada diagonal semiárida que atraviesa de Oeste a Este todo el territorio argentino. Sin embargo, los 600 mm, de ser correctamente gestionados, deberían alcanzar para realizar cultivos invernales o estivales y en el caso de la ganadería, para mantener de manera sustentable una carga animal que le asegure al productor una renta adecuada. Pero ocurre que los 600 mm constituyen un promedio, es decir, una abstracción estadística construida en base a numerosos valores mayores y menores que dicho promedio, así es que hemos llegado a recibir en Santa Rosa en algunos años, más de 900 mm y en otros alrededor de 400 mm y así como hay sequías hubo inundaciones. La representación gráfica de la variación anual de las precipitaciones en la zona de los 600 mm se asemeja a un electrocardiograma y esto se reproduce cualquiera sea el intervalo de tiempo representado: no puede atribuírselo al tan en boga cambio climático global pues hemos podido trazar la evolución de las lluvias en Toay a partir del siglo XVIII mediante la lectura del espesor de los anillos de crecimiento de un tronco de caldén y pudimos observar la misma variabilidad. Es decir, que esta dispersión extrema de las precipitaciones en torno del promedio es una característica intrínseca del clima de La Pampa de la cual no es posible evadirse y es precisamente esta variabilidad lo que impide tener una producción granaria estable, obviamente esta inestabilidad de las lluvias también afecta a la ganadería.
Comprobamos así que para palear la restricción climática, la cual produce importantes quebrantos en el agro, los que lo sufren: los productores agrarios recurren a desgravaciones impositivas que inciden sobre la economía provincial y en definitiva sobre todos los habitantes del territorio provincial.
Podríamos concluir aquí que las características climáticas constituyen una fatalidad geográfica, la cual es imposible de sortear y sólo queda solicitar los paliativos tratados precedentemente, sin embargo esta editorial afirma que tal fatalidad podría soslayarse. Existen otras regiones de nuestro país y en el mundo, afectadas por patrones climáticos semejantes que han encontrado en el riego complementario la manera de evadir esta restricción impuesta por la variabilidad pluvial.
A diferencia del riego integral, utilizado en regiones donde las precipitaciones son insuficientes para cubrir las necesidades de los cultivos, por lo tanto el riego debe ser aplicado durante todo su ciclo, el riego complementario es utilizado en aquellas regiones donde las lluvias son suficiente pero por lo general, como sucede en la zona agrícola de nuestra provincia, registran una gran variabilidad interanual muy importante. En este caso la irrigación se aplica sólo para cubrir la necesidad de agua de los cultivos en los períodos o estados considerados críticos. En agronomía se denominan estados críticos a aquellos del ciclo del cultivo que afectan de manera determinante el rendimiento; significa esto que el impacto de un estrés como la sequía no actúa de la misma manera durante el estado vegetativo del cultivo –a partir de la emergencia de la plántula hasta el inicio del período reproductivo como durante la floración y hasta la polinización. Desde este punto de vista pueden reconocerse dos períodos críticos: el de la floración y el que va desde la siembra hasta la emergencia de la plántula.
Entonces, lo que se propone mediante el riego complementario consiste en agregar la dosis de agua necesaria para evitar el estrés en estos dos estados. Y aquí conviene realizar alguna consideración económica: En primer lugar estamos proponiendo la adopción de este sistema para su utilización en las zonas de más alta productividad de la provincia, es decir, donde el efecto de evadir la sequía será más notorio, esto acompañado por la plena utilización de un paquete tecnológico adecuado; además es probable que el costo del sistema no permita regar toda la superficie cultivada de un predio, debería considerarse entonces hacerlo en las superficies que el productor considera más apta desde el punto de vista del rendimiento.
También dentro del proyecto podría contemplarse la transformación de un amplio sector de la zona de riego del río Colorado en un área de producción forrajera que sirva tanto para suplir la alimentación ganadera en las épocas desfavorables dentro del marco provincial como para su venta a otras regiones.
Que quede claro: la propuesta no es para ejecutar en el próximo ciclo productivo, va a requerir tanto de los particulares como del estado provincial la realización de una tarea poco acostumbrada en nuestras latitudes, se denomina: planificación, programación y en este sentido el editorialista recuerda con nostalgia los Planes Quinquenales del peronismo, el efímero Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) del gobierno del Dr. Illia y el Plan Trienal del último gobierno del General Perón. Vale la pena realizar este esfuerzo que está encaminado a crear un sistema económico sustentable tanto para el productor como para la provincia y con esto estamos aseverando que el actual no lo es.
La planificación del sistema requeriría en primer lugar un conocimiento acabado del funcionamiento de los acuíferos en el este provincial: debe considerarse el caudal de agua utilizable en cada caso, la capacidad de recarga y la calidad del agua, fundamentalmente respecto del contenido salino. Obviamente no puede pensarse para la realización de este proyecto otro sistema de riego que el presurizado, otra posibilidad redundaría en una baja eficiencia del sistema el cual seguramente tendría como resultado el agotamiento o la salinización del acuífero.
El gobierno provincial debería encarar toda la planificación que requiere el proyecto, la realización de los estudios pertinentes y contemplar los recursos necesarios para su implementación, entre los que deben estar incluido el otorgamiento de créditos blandos a los productores que se adhieran al proyecto.
Reconocemos que esta propuesta llevará un tiempo para su implementación, requerirá importantes aportes económicos y de cierta manera modificar prácticas culturales pero de esta manera dejaremos de jugar a la ruleta cada vez que se inicia un ciclo de cultivo.
Doctor Alberto Golberg
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