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Fundación Chadileuvu

PERIODISMO Y RECURSOS HÍDRICOS

Esta charla la comenzaré recordando que la relación del periodismo con el aprovechamiento de los recursos hídricos reconoce en nuestra Pampa una prolongada trayectoria y se remonta a la época territoriana, cuando nuestra hoy provincia era un simple apéndice del poder central, administrado con variable capacidad y menor suerte por un enviado del ministro del Interior.

Por una elemental razón de respeto a lo concreto y veraz que merece tan importante tema, esta exposición estará limitada a la acción desplegada por y a través del diario que aquí represento y por las personas vinculadas a él.

Nadie de los aquí presentes ignoran cual es el fundamento de la institución que hoy organiza esta charla, la Fundación Chadileuvú. Tiene una referencia directa y precisa a la lucha que con sus variantes, vino sosteniendo La Pampa y su población más esclarecida para reivindicar los caudales de nuestro oeste, cedidos graciosa e injustamente por el Estado nacional en beneficio de una provincia vecina, arribeña. Y perjuicio, natural y forzosamente, de todo proyecto dirigido a promover el progreso, el bienestar de la sufrida población de nuestro Oeste.

Según estimaciones que han sido manejadas con frecuencia por estudiosos del tema, en ese siempre postergado sector Oeste de nuestro otrora territorio, en 1948 la existencia de ovinos superaba el medio millón de cabezas. Ese número se vio reducido a la quinta parte luego del corte de los caudales del río Atuel por la construcción de la primera etapa del llamado complejo de El Nihuil. No he encontrado datos censales exactos que corroboren esas cifras, pero más allá de la veracidad o no del dato, fue evidente que a partir de 1948, cuando se consuma la retención total del río por parte del estado cuyano, se generó para la región al sur del paralelo 36º un empobrecimiento general que, con tanta sencillez fuera volcado en un elocuente relato de un modesto telegrafista policial en carta al presidente de la Nación. Esa presentación que no se detuvo en la formalidad de jerarquías determinó el dictado de la tan recordada como incumplida resolución 50/49 de la entonces Dirección de Agua y Energía de la Nación, que ordenaba tres sueltas anuales de 2,5 m3s.

Pero mucho antes de aquel perverso episodio materializado en la construcción de la presa de El Nihuil, en claro despojo en perjuicio de la pampa oesteña, se anotan signos de preocupación de la prensa territoriana a favor del injusto castigo a una zona de presunta interesante capacidad productiva futura, pero olvidada y sobre todo ignorada por la población del resto de nuestra geografía.

Podría citar aquí que en los años 30, un perseverante, obsesivo, empecinado defensor de los derechos pampeanos sobre sus ríos, el entonces joven Raúl Isidoro D’Atri había decidido una forma de ilustrar sobre el tema, a los vecinos de la entonces muy modesta capital territoriana que era Santa Rosa con apenas poco más de diez mil habitantes.

Por sugerencia de pobladores de 25 de Mayo, el fundador y director de La Arena viajó a ese punto y allí quedó maravillado por la calidad de la producción hortícola del lugar, obtenida a través de métodos de riego muy primitivos utilizados por gente de la zona, en gran parte sobrevivientes de la “crezca” de fines de 1914.

Llegado aquí con su alforja conteniendo mazorcas de maíz, tubérculos, verduras de hoja, legumbres y otros productos de huerta, D’Atri logra autorización de los representantes de la vieja tienda Galver para que esos productos sean exhibidos en un par de vidrieras. El interés y la sorpresa de los santarroseños de ese tiempo son muy sugestivos y, desde entonces, ese ignoto punto del extremo suroeste del mapa pampeano alcanza cierta significación en el ámbito capitalino, a la vez que comienza a adquirir eco en las columnas periodísticas.

El episodio hubiera quedado en la simple anécdota si una década después, ante una de las intensas y periódicas sequías que azotaban a nuestra tierra, surge en las esferas directivas de algunas instituciones lugareñas un interés por abordar el problema y poner en práctica acciones que liberen a La Pampa y a sus habitantes, de las alternativas climáticas poco favorables por entonces.

Entre esas entidades podrían mencionarse a la Cámara de Comercio, la Agrícola Ganadera, el Rotary Club que promueven una reunión en el local de la primera de esos entes para tratar el tema. Una concurrencia muy numerosa abrió un amplio debate que reconoció una variedad de opiniones pero con una llamativa coincidencia: las dificultades de la región no serían superables si no se apuntaba a la búsqueda de algunas variables complementarias de la actividades agropecuarias en tierras de secano.

La mirada se dirigió hacia el Oeste y allí, a muy poco tiempo del corte del río Atuel, se acordó la integración de un grupo que estudiaría esas posibilidades. Así surgió la Comisión del Agua y si la memoria no me falla en demasía, integraban entre otros Antonio Armesto, Sadit Peyregne, Héctor Torroba , Emilio Werner, Santiago Marzo, Justo Tierno, José Garmendia y el periodista Raúl D’Atri.

Una de las primeras acciones fue una viaje a las nacientes del río Colorado, en la alta montaña mendocina. En automóviles no demasiado confiables, el grupo partió hacia tierras cuyanas; la falta de caminos transitables y la época muy poco adecuada que coincidía con el deshielo anual, no permitió continuar con el raid que quedó trunco a muy pocos kilómetros del destino cuando ya había sido sobrepasado Los Molles.

Ese núcleo de inquietos vecinos siguió avanzando y ya constituido en Comité de Colonización, decidieron visitar 25 de Mayo, una zona con alguna experiencia en regadío que podía ofrecer buenas perspectivas para un proyecto ambicioso. Inclusive de la investigación llevada adelante surgió un anteproyecto que fue elevado en 1941 a la Presidencia de la Nación para que los estudios y proyectos para esa zona fueran incluidos en el Segundo Plan Quinquenal. La gestión no tuvo mayor éxito; entonces y actualmente, la realidad indica que para las autoridades centrales “La Pampa no existe”, no ocupa lugar en los medios de comunicación porteños fuera de alguna tragedia o un hecho muy impactante que a los pocos días deja de ser noticia.

No mucho después y cristalizando una aspiración que reconocía poco menos de medio siglo de antigüedad, La Pampa es declarada provincia autónoma. El primer gobierno pampeano encabezado por Salvador Ananía, incluye en su gabinete a un protagonista de la lucha por los recursos hídricos: así en su breve gestión de algo más de dos años, ensaya los primeros pasos en una correcta dirección y designa un especialista, el ingeniero Taper, que tendrá a cargo emprender los primeros estudios oficiales del nuevo Estado.

En 1955 asume una administración designada por el gobierno central de facto, pero integrada por figuras que en su casi totalidad participaran de los movimientos populares reivindicatorios de los recursos hídricos. En lo concreto, se vuelcan mayores recursos presupuestarios para promover el avance de los estudios y proyectos sobre el río Colorado. Lo más importante de esa época es que, por iniciativa del entonces ministro de Gobierno y Obras Públicas, Víctor Arriaga, se realiza en Santa Rosa la primera reunión de gobernadores de la cuenca del río Colorado. Por acuerdo unánime, se establecen las bases fundamentales para el aprovechamiento de los caudales de ese curso de agua, asentadas en el principio de unidad de cuenca, la consulta y consenso como base de toda futura decisión encaminadas a la captación y uso de sus aguas y la conformación que se concretará poco después, del primer organismo interjurisdiccional: la Comisión Técnica Interprovincial del Río Colorado.

En ese tiempo se registra la reaparición de La Arena. Desde sus primeros números, el tema de los ríos tiene prioridad y a través de él se procura que las autoridades de la intervención federal encabezada por un abogado mercedino, actúe conforme a un anhelo que se ha hecho carne en el pueblo pampeano. Los reclamos periodísticos y de otros sectores consustanciados con el tema, persisten y se acentúan al arribar una tercera intervención federal consecutiva, aunque ésta designada por un gobierno central constitucional. Se recordará en este punto, que ciertas especulaciones políticas demoraron varios años el proceso de institucionalización de La Pampa, el único estado autónomo que por entonces siguiera intervenido cuatro años más por el fracaso deliberado de la convención constituyente de 1957.

Esa última intervención aunque a cargo de un político pampeano de larga trayectoria partidaria, no parecía demasiado interesado en impulsar estudios y promover proyectos en la ribera coloradina. Tanto fue así que recién un año después de asumir el interventor, se decidió a viajar y a conocer esa zona. A su regreso, desde las columnas de nuestro diario se insistió en jerarquizar el tema de los recursos hídricos que, hasta entonces estaba a cargo de una subalterna Dirección de Estudios y Obras de Riego.

Como resultado de esa intensa prédica, el gobierno provincial adoptó la correcta medida de crear una Comisión Técnica del Río Colorado, que integraban tres destacados profesionales, Carlos Mainero, ingeniero agrónomo; Oscar Rodríguez Diez, ingeniero civil, y Edgar Morisoli, agrimensor.

La labor de esa Comisión fue intensa. Además de los estudios de suelos, se impulsaron o generaron proyectos de obras, como el canal matriz y las usinas hidroléctricas Divisaderos y Tapera de Avendaño. Todo indicaba que se había tomado el buen camino, pero eran tiempos de un empecinado maccartismo y la propia existencia de ese organismo y su composición fueron blanco de ataque por parte de los sectores más reaccionarios. Esa ofensiva encabezada por grupos confesionales contaba con el apoyo de algún partido político afín. La arremetida fue resistida por el gobierno provincial pero dio lugar a que los regímenes militares posteriores a través de sus representantes locales, barrieran contra esos proyectos. El ataque quedó materializado en la disolución de la Comisión y la cesantía de sus miembros y de los equipos técnicos.

Uno de los interventores federales llegado aquí en 1966, un capitán de navío odontólogo, dio un golpe contra el interés pampeano: anuló la licitación de la construcción de Divisaderos y disolvió el Ente del río Colorado. Por fortuna, para entonces la población pampeana y sus instituciones habían adquirido conciencia de la importancia de la explotación de los recursos hídricos. Entidades de diverso orden, políticas y gremiales, expresaron su repudio a la medida. Todo eso, junto a la objeción que el director de LA ARENA formulara personalmente al presidente de facto Onganía en una audiencia que reunió a más de un centenar de directores de diarios provincianos. El marino interventor, sin ningún apoyo de la población, se vio urgido a renunciar al cargo y a derogar los decretos.

Esa fue la primera y muy importante victoria de la sociedad pampeana, demostración clara de su plena y activa adhesión a las iniciativas dirigidas al uso de nuestros recursos hídricos.

El sucesor de aquel capitán defenestrado por la acción popular, fue otro marino más inteligente, que se puso a la cabeza de todo el proceso. Tanto que dio participación a personas de nuestro medio de trayectoria y versación en el tema y, en lo más práctico, gestionó y obtuvo los recursos nacionales para licitar y construir la primera etapa del Plan de Aprovechamiento Múltiple el Río Colorado que, como se dijo, consistía en el puente dique, el canal matriz y la central Divisaderos.

Fue asimismo el promotor de la segunda reunión de gobernadores de la cuenca, de la que surgieron importantes decisiones como la distribución de caudales para cada una de las cinco provincias de la cuenca.

En los últimos tiempos de otra intervención, esta vez liderada por un prestigioso vecino de Telén, surgió una novedad que promovió las mayores movilizaciones populares de esta historia. Una presentación del ministerio de Obras Públicas, derivó en el decreto nacional 1560 en febrero de 1983 que otorgaba La Pampa el derecho a percibir la mitad de las regalías hidroeléctricas del complejo El Nihuil.

Es el despertar de una causa que para muchos estaba perdida: la reivindicación de los derechos sobre el río Atuel, desaparecido del mapa pampa con la erección del Nihuil en 1948.

Mendoza objeta y recurre judicialmente contra el decreto 1560/73- En respuesta inmediata, en La Pampa se asiste a una serie de asambleas que reúnen a más de medio millar de participantes representativos de las más diversas instituciones y sectores.

También esa movilización da lugar a la creación de un ente popular, la Comisión de Defensa de los Ríos Interprovinciales Pampeanos, la Copdrip, que cumple una más que interesante tarea de investigación y difusión y genera la formación de filiales en distintos puntos pampeanos incluso en capital federal.

Es destacable también la realización de actos públicos, incluso en la propia ribera del Atuel y el Salado, en Santa Isabel y Puelches, donde se concentra una multitud que expresa con alto fervor, la decisión de ejercer sus derechos sobre las aguas de sus ríos.

Tres años después, llega otro de los muy frecuentes recesos institucionales. Es en ese lapso que se produce otro hito importante: la demanda ante la Corte Suprema de Justicia por el aprovechamiento del agua del Atuel. Casi diez años después el alto tribunal dio el fallo que, en lo más importante, declara definitivamente el carácter interprovincial del río Atuel. Aunque recibida con ciertas reservas por algunos sectores, la sentencia pone fin a las pretensiones mendocinas de que ese curso de agua nace y muere en esa provincia vecina. De allí su trascendencia.

Los últimos casi cuarenta años han permitido vivir una inédita continuidad legal. Pero, contradictoriamente, el entusiasmo y participación popular, la conciencia sobre la importancia del tema, han amainado notablemente. Estudiar los factores que influyeron en ese decaimiento, será obligación de todos. Especialmente de quienes, con una visión más clara del futuro, no pueden ni deben resignarse a que una provincia, su provincia, continúe sometida a las alternativas climáticas, y que su bienestar dependa de algo tan inmanejable como la intensidad y oportunidad de las lluvias.-----------
Por Saúl Santesteban. Periodista. Director de La Arena, Santa Rosa, La Pampa.-

Disertación realizada en Noviembre/ 2010, organizada por al Fundación CHADILEUVU.-